#Relato 7

Mocito

Cuento: Hombre. Serafín J. García.

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– ¿Cómo anda “gurisada”. Pero cómo le va Don Daniel?

– Lindo Vasquito, lindo. Con ganas de que nos cuente cómo fue su vida de mosito en campaña.

– “Le cuento no má”. Usted. sabe que me crió el Zolio, mi padrino, en su campito. Así que a la adolescencia, un poquito más mocito, decidí independizarme. El empujoncito final me lo dió un tío viejo que falleció y me dejó un pedacito de campo, puro antojo y rastrojo, poquito más que “tapera”. Por aquellos años andaba de amores con la Rutina. Nos casamos y trabajando codo con codo levantamos aquel rancho y transformamos aquel abrojal en una bella quintita. Trabajando codo con codo la Madre Tierra nos retribuyó con bellos cosechas de papas, boniatos, cebollas, frutas de los frutales que habíamos plantado. Un año, año y medio después del “casorio”, la “panza” de la Rufina comenzó a redondearse. Era el amor que está por darnos una bella criatura. De lo único que se hablaba en el rancho era de aquello. Una mañana cargué la carreta con unas sandías y me fui “pa” el Bajo de la Petisa. El “bolichero” organizaba unas “carreras cuadreras”. Llegué tempranito, algunos vecinos ya habían instalado sus quiosquitos. Lo de siempre, empanadas, tortas fritas, pastelitos y el inflable asado con cuero que ya tenía algunas brasitas. A eso de las dos, tres de la tarde yo ya había vendido “tuitos” las sandías. Fui “pa’l boliche” “pa’ arreglar las cuentas con el “bolichero” y comprar alguna pavadita “pa la patrona”. Estaban ésas pocas cuadras me encaró un vecino, un vecino viejo y me dice “así ‘guri’ que estamos de calorcito”. Sentí la voz de alguien conocido a mis espaldas y dice, “así que calorcito, hijo de no sé cuál. Si sale el tata”. Mire, instantéaneamente “monté” el facón y cuando me estaba dando vuelta el vecino me dice, “no vale la pena ‘guri’”, “aura”, “aura” no vale la pena. Dejé el facón en su lugar, terminé de dar la vuelta y ahí estaba. Seguro que lo conocía, era el “mentao” Pardo Clementino. Hombre malo, lo había conocido en una “comparsa de esquiladores”. No sabe cómo tenía aquel hombre a la gurisada de la “comparsa”, los tenía a los saltos. Hasta que una tarde mire, hasta que una tarde mandé parar”. Salieron, salieron los “facones” y nos enfrentamos a un “duelo criollo”, “facón en una mano y poncho en la otra”. Al polvo rato lo tenía cortado en varios lugares. Así que la “gurisada” nos separó. Tenía que verlo al Pardo Clementino. Gritaba y se le salían los ojos de la cara. Decía, “ya te voy a agarrar, ya te voy a agarrar vasco, te voy a agarrar”. Pero aquella vez se fue a la rastra esperando el Pardo. Así que, mire, humildemente se los aviso, bajé la cabeza, me fui “pa’l mostrador, arreglé las cuentas con el bolichero y sin bajar la cabeza me fui del “boliche”. Cuando estaba llegando a la puerta el Pardo seguía gritando “ya te voy a agarrar, ya te voy a agarrar Vasco. Vasco “maula”. Llegué al rancho, entré y ahí estaba la Rufina. Estaba en los primeros movimientos del parto, así que la cosa iba a ser entre nosotros dos. No había tiempo d’llamar a la partera. Así que con la experiencia de dadas a luz a yeguas, vacas y ovejas, me desinfecte las manos y cuando llegó la criatura la recibí. Corté, até, desinfecté y puse al “guri” encima de la madre. Les di un beso en la frente de los dos, y grité “pa” que me oyera sin vergüenza que la Rufina me escuchará, “es un machito, “vamos” a ser amigazos, y “aura” que me importa que el Pardo Clementino ande diciendo que soy un cobarde, que “carajo” me importa”.

Inspiración: Serafín J. García.

Autor: Iñaki