– Iñaki, ya me habló de su vida en campaña. Que hay de su niñez, me imagino escuelita rural.
– Por supuesto compañero, escuelita rural. No era como ahora, vió? Muchos «gurises» íbamos a la escuelita rural. Ahora dicen que cierran escuelas. Está todo cabeza abajo.
Salíamos de la estancia un montón de «gurises» a caballo. Cortábamos campo, abríamos porteras.
La maestra nos esperaba con los brazos abiertos y nos esperaban también nuestros compañeros, nuestros amigos. Pa’ mí especialmente uno, el Perico. El Perico fue amigo durante la infancia y amigazo pa’ l resto del tiro.
Familia grande la del Perico. Como se dice en campaña, demasiadas bocas pa’ poco campo. Así que el Perico tuvo que salirle jovencito al trabajo.
Era arenero, arenero en el Río Santa Lucía. Su sueño era recorrerlo en un botecito, vió? Desde su nacimiento en las sierras de Lavalleja hasta su desembocadura en el Río de la Plata.
Yo solía irlo a ver. Para tomar unos mates, hablar de nuestras cosas, para ayudarlo.
Resulta que aquella mañana, en el recodo del río se levantaba una brisa suave y del lomo de los bueyes que tiraban del carro de Perico se levantaba un sudor espeso.
El agua se calentaba en la caldera pa’ ser el mate, mientras los pajaritos volaban hacia el cielo, hacia las últimas estrellas.
Después de hablar de nuestras cosas le digo, mirá Perico, mi padrino el Zoilo me dice que la arena de mar es más fina.
Seguro, ni Perico ni yo, cómo tanto «guri» de campo, no conocimos el mar. Perico conocía historias de mar. Resulta que un anciano vecino «tuita» su vida había sido marino mercante y le había contado muchas historias de mar pero ninguna de la arena de mar.
– Mirá vasquito, el mar será muy bonito pero no tiene caminos, pa’ que, si los barcos no necesitan caminos. Mirá, mi «tata» siempre fué carrero, él amaba los caminos, el monte, la pradera.
– Mire don Daniel, aquella mañana me dí cuenta que mí amigo todita su vida iba a ser arenero, porque si uno hace lo que le gusta, qué más puede pedir?
Ese verano mi padrino me llevó con sus hijos a conocer el mar. En cuanto bajamos a la primer playa en Rocha tomé un puñadito de arena y lo guardé en una bolsita.
Lo primero que hice al llegar al pago fué irme a la costa del Santa Lucía y darle la arena al Perico. Mi amigo le estiró en su mano.y.me dijo,
– Mirá vasquito, no mancha la mano, pero ésto arena no es.
– Dejó la arena de mar caer al suelo, se agachó, tomó un montoncito de arena de río, la estiró en su mano, la puso en su boca y mirándome fijo a los ojos me dijo,
– Esta es arena, es dulce, es fresca. Mirá, aquí en el río todo es bonito. En verano, desenterrar una sandía, comerla, beberla y en las noches, qué te voy a decir de las noches, del silencio de las noches. Qué cosa mejor que oír el silencio?
– Mire compañero, mi amigo es como el río. El va por su camino de la vida derechito, sabiendo hacia donde va, igual que el río que va por su cauce, sabiendo hacia donde va.
Le digo más, el Perico tiene dentro de si la arena más fresca y dulce y además tiene muy dentro de sí, muy dentro de su ser, el agua más pura, fresca y cristalina que todo sediento puede desear.
Porque sabe, el Perico, el Perico, también es un río!!!